David de las Heras

Mientras escribimos esto suena Here We Go Magic, como sonaba la mañana que visitamos la casa/taller de David de las Heras, vasco de nacimiento, catalán de acogida y, desde hace unos meses, un gato más en Madrid. 
Aunque de pequeño la película Llamaradas le marcó tanto como para querer ser bombero, y a pesar de que conserva ese alma valiente de la profesión, el asma le hizo tomar otro camino. Sentía una enorme necesidad de expresarse. Con pocos años ya dibujaba en las servilletas del restaurante de su padre, de quien habla con admiración por ser un gran currante y del que absorbió el amor por la pintura y el arte. Siempre se sintió un bicho raro hasta que comenzó Bachillerato Artístico, allí conoció gente con sus mismas inquietudes y, posteriormente, estudió Bellas Artes.

Las obras de las que nos habla con más emoción son La Metamorfosis del joven Gregory y La Nube Roja, que pintó en el momento en el que decidió ser más sincero consigo mismo y con lo que sentía. «Significa el odio, el amor, el sentirse único pero también parte de las otras nubes. Lo volátil. Esa nube solo existe ahí, no podrás verla en otra parte. Encontré todo lo que necesitaba expresar con una sola imagen».

A veces recibe encargos en los que tiene tan solo unas horas para trabajar, es entonces cuando se sienta a desayunar  y no para de darle vueltas hasta que sale con una idea, un boceto, y una ilustración final. Cuando no es así confiesa no poder dejar de lado su trabajo personal: «es lo que me salva, lo que verdaderamente me hace feliz, lo que hace que sobreviva emocionalmente hablando». Intentamos que nos diga con qué técnica se quedaría pero la simple idea de tener que decidir le pone triste, se siente cómodo con el óleo pero no podría quedarse solamente con una.

La curiosidad nos mata, y necesitamos saber cómo es James Rhodes en las distancias cortas. David se siente feliz de haber podido ilustrar la portada del libro Instrumental, uno de los más vendidos y alabados en 2016. «Cuando me lo presentaron y supo quién era me dio un abrazo enorme y me dio las gracias, me dijo que era un genio» – se ríe -. «Tal vez por lo que sufrió, su carácter es muy reservado, pero es un hombre muy agradable. Quería que su mirada lo transmitiese todo, que fuese directa y oscura, y creo haberlo conseguido».  Nosotros también lo creemos.

Admira al fotógrafo cubano Felix González Torres y nos habla con pasión de él. «Su obra habla de las relaciones humanas, de la muerte y la pérdida pero con elementos que en principio no relacionarías con algo trágico.» Es el caso de «Untitled (Portrait of Ross in L.A.)», una montaña de caramelos que representa el peso de la pareja del artista, y el vacío tras su muerte.

También nos recomienda la serie The Wire, se considera fiel seguidor de The Walking Dead y en su mesilla podemos ver el libro Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. Confiesa que fue el libro que le hizo empezar con la lectura.

Sigue sonando Here We Go Magic, igual que cuando nos despedimos. Tras contarnos (en petit comité) algunos de sus próximos proyectos nos marchamos con la seguridad de que David conseguirá todo lo que se proponga… menos lo de ser bombero, claro. Gracias por recibirnos y por la mañana tan agradable que pasamos contigo.

Texto y fotos por Laura Peláez.