Jose A. Roda

Nació en Cornellà de Llobregat en 1987 pero lleva tres años viviendo en Madrid y, como él mismo dice: hace dibujos.

Ha salido el sol en Madrid después de una lista interminable de días grises y lluviosos, así que sabemos que Jose tiene algo que ver en todo esto. Quedamos a tomar un café en un pequeño y acogedor bar del centro de la ciudad, y con cinco minutos nos basta para saber que efectivamente no ha sido casualidad: su energía es luz.

Como muchos de los que vivimos en la capital, Jose no es madrileño, pero reconoce que ya piensa en Madrid como su propio hogar. Aunque no todo fue tan fácil al principio. “Cuando llegas crees que la ciudad estará ahí para ti, que se abrirán un montón de puertas, pero estás equivocado, hay que luchar mucho”.

Amante del barrio de Malasaña, su intención al llegar fue mudarse a alguna de sus calles. No muy lejos de allí nos abre las puertas de su casa y, en seguida, sentimos que estamos en un lugar especial. Las ilustraciones llenan las paredes y sus colores carácterísticos, azul, rojo y amarillo, predominan por todas partes.

Cuando le preguntamos el porqué de esa paleta de colores nos cuenta: “me gusta mucho lo infantil, los colores primarios. Me parece que los críos son lo más especial que existe, no están condicionados a nada. La gente mayor me aburre. Me parece fatal el mundo adulto.”

Jose pone música. Suenan los Carpenters y nos sentimos como en casa.
Nos fijamos en su última obra, las “Roda Dolls”, unas pequeñas y coloridas muñecas de madera. “Intento que mi obra sea parte de un juego. Los juguetes antiguos me parecen algo muy cercano al arte y a la artesanía, que es lo que me interesa”. Todo esto nos cuadra cuando al preguntarle qué haría de no ser artista nos contesta que sería panadero, o cualquier otro oficio en el que haya que usar las manos.

Conocimos la obra de Roda con sus retratos de personajes famosos como los de las chicas Almodóvar, pero somos testigos de que su trabajo ha evolucionado y él mismo reconoce que, aunque tiene mucho cariño a esas ilustraciones, ha logrado encontrar un lenguaje propio, por lo que ya no necesita “trabajar en algo que ya ha sido creado”. Juega con la asimetría dando un carácter distinto a cada una de sus chicas, se vuelve un poco loco y nos repite que, para él, es como jugar.

“¿Por qué no dibujas chicos?”, y riéndose nos contesta: “¡no me salen! No lo puedo explicar, los dibujo y no los veo bonitos.”

Sabemos que las cosas están difíciles en estos momentos, y el panorama artístico no es una excepción. Jose acepta de vez en cuando “trabajos alimenticios” pero sigue trabajando duro y, nunca esta expresión fue más acertada, “por amor al arte”. Se divierte creando, y eso se nota, y no para quieto ni un momento. Le cuesta desconectar y a veces se sorprende levantándose a las tantas de la mañana con una nueva idea.

Nos despide con un abrazo y nos llevamos con nosotros una sensación muy clara: este chico va a llegar muy lejos.
¡Gracias por todo, Jose!

Texto y fotos por Laura Peláez.

Julieta Aytas

Nació en Argentina, en 2001 llegó a Madrid. Actualmente Julieta Aytas es pintora, joyera, ilustradora y diseñadora en su taller “El taller en Blanco” y profesora de diseño y joyería.

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Por qué te mudaste a Lavapiés?

Después de un tiempo viviendo en Madrid, mi chico y yo decidimos buscar un nuevo espacio para hacer una casa-taller. Queríamos un local para poder transformarlo en casa pero que a la vez fuese el espacio donde yo trabajaría. Buscando, vimos que en este barrio había muchos locales que se habían transformado en casas donde se hacían actividades y parecía más permisivo. Si nos íbamos al barrio de Salamanca, un local no iba a pegar mucho con nuestro estilo.

¿Y dónde viviste al principio?

En Malasaña. Otra opción era esa, al buscar un barrio más permisivo, alternativo, para este tipo de vida… pero nos parecía un poco de mentira. Este barrio tiene una cosa más original. Está muy bien comunicado y te da la oportunidad de conocer a mucha gente. Sales a la calle y conoces gente. Vas a un bar, comentas que haces una actividad, y de repente la gente se prende a preguntarte cosas y dicen que se lo van a decir a su prima, o a su tía… Enseguida están en mi casa pidiéndome trabajos. Me hice muchos amigos del barrio.

¿Cómo te enteraste de la existencia de «Los

Artistas del Barrio»?

Por otras amigas artistas que participaban y lo publicaron en Facebook. Me metí en la web para ver cuáles eran las condiciones para participar y les escribí. Me contestaron que estaba un poquito fuera de plazo pero que iban a ver si me podían agregar. Finalmente, muy amablemente, ¡sí, me agregaron! [se ríe]. Incluso pudieron meterme en el catálogo y fue una alegría.

Justo para esa edición de Los Artistas del Barrio estaba terminando mi estadía en este taller, era un espacio un poquito frio. El proyecto era muy romántico, construir una casa dentro de un local, pero tenía sus inconvenientes. El ruido especialmente, no podíamos dormir. Era muy bonito porque tenía 3 veces el espacio que tengo ahora y podía trabajar mucho volumen, pero tuvimos que mudarnos. Alargué un poco el plazo para quedarme en el taller durante Los Artistas del Barrio y decirle a la gente: » esto era mi espacio de trabajo, aquí producía mis dibujos y mis complementos y ahora me mudo a otro sitio.»

¿En qué dirección estaba este espacio?

Era en la calle Zurita 23, ahora han reformado el espacio y creo que hay una sala de teatro.


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«Si nos íbamos al barrio de Salamanca, un local no iba a pegar mucho con nuestro estilo»


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Los Artistas del Barrio da al público la oportunidad de conocer al artista. ¿Cuál es el interés para ti de conocer al público, de charlar con él?

Es impresionantemente lindo. En cada cosa que hago, y como todos los artistas creo, ponemos un poquito de nuestra personalidad. Ver que alguien se emociona, o que le gusta, o que te da un comentario, o que de repente ve un dibujo y le representa algo de su vida, o que un día te compren una cosa y te llamen después de un año pidiéndote el original de un cuadro porque les gustó y lo quieren en su casa… no tiene explicación, es una cosa muy bonita. Y eso me hace crecer. Hay momentos que no tengo ferias o no tengo actividades donde pueda interactuar con mi

público, con la gente que compra o que ve mi trabajo. Tengo tiendas, puntos de venta donde venden mis cosas y veo que gustan porque se acaban y que tengo que reponer. Eso quiere decir que mi producto funciona. Pero también es bonito ver qué te está contando una persona que te compra una cosa hecha a mano, un cuadro, una joya o un bolso, lo que sea. Te cuentan que compran este cuadro porque les recuerda a su tía o porque les recuerda a un viaje o porque un dibujo les transmite paz. Y a la vez te hacen crecer porque te comentan, te «critican» en un buen sentido. Por ejemplo, que si la cadena de este colgante fuera más larga, o más corta, más fina, o si usaras tal o tal color. Me dan pistas sobre lo que tengo que hacer después para que sigan siendo fans de Julieta.

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«Te cuentan que compran este cuadro porque les recuerda a su tía o porque les recuerda a un viaje o porque un dibujo les transmite paz»


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¿Tienes alguna anécdota que contarnos sobre tu experiencia en Los Artistas del Barrio?

En la última edición en la que participé, con mi compañera, armamos una exposición dentro de la escuela. Hice una exposición de colgantes que son ventanas, inspirándome en las ventanas que hay en Lavapiés. La ventana para mí representaba un poco la persona: cómo cada uno de nosotros vemos la vida, qué transmitimos, qué hay para dentro y para fuera. Cada ventana o cada persona es diferente, por lo cual unas ventanas eran más orientales, otras más con balcón y con flores…

En esta edición no tuvimos muchas visitas pero nos dio la oportunidad de hacer lo que no pude hacer en la edición anterior, ir como visitante a talleres. Descubrí que hay muchos talleres impresionantes en Lavapiés, desde talleres de grabado hasta gente que hace música. Y cada vez hay más, más ceramistas, más gente que viene aquí para trabajar. Vivo en una calle que está llena de galerías. No sé la

razón, pero intuyo que este barrio se va a convertir más adelante en lo que es el barrio de las Letras, como una prolongación. Ya veremos dentro de 10 años. Estamos al lado del Reina Sofía, de la Casa Encendida y de un montón de centros culturales que interesan al turista joven. Yo, como artista, cuando voy a Berlín o a otra ciudad, lo que busco es arte; y no la galería de arte en la que a lo mejor ni siquiera puedo entrar, busco gente de verdad, que hacen cosas de verdad y que te pueden transmitir su vivencia. Me parece que esto está pasando también aquí. Que podamos abrir las puertas y mostrarnos es muy bonito porque no mucha gente nos da esta oportunidad. Sabrán lo difícil que es como artista buscarse la vida, en el sentido de mostrarse, «esto es lo que yo hago y así me expreso». No todo el mundo es suelto, hay gente que es muy tímida para enseñar su trabajo y este tipo de cosas nos quitan estos límites.

¿Vives de tu arte?

Sí, al 100 %.

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«Busco gente de verdad, que hacen cosas de verdad y que te pueden transmitir su vivencia»


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5 preguntas a Julieta Aytas


¿Qué obra de arte ya existente te hubiera gustado haber hecho?

Me encanta Klimt, cualquier mujer de la que él haya representado me parecen preciosas.

¿Qué gran proyecto tienes en el cajón y todavía no has sacado?

Una escuela. Es algo que empecé a proyectar desde que entré en la escuela de Bellas Artes. Estudié Bellas Artes con Magisterio por lo que pude ver la importancia de la enseñanza artística en las personas. Veo también el proceso terapéutico que tiene, lo veo en mis alumnas, veo cómo, con lo poco que puedo ofrecerles, les cambia la vida. Un taller escuela es un proyecto que me encantaría realizar.

Tienes una máquina para viajar en el pasado, ¿qué época te gustaría visitar?

La antigua Grecia porque nace todo allí: el arte, la filosofía, el trato humano de otra manera, los conceptos éticos, la divinidad… muchas cosas. Es una época muy sabia en la historia que desafortunadamente con otras invasiones se fue transformando.

Si tuvieras que dejar tu disciplina por otra, ¿cuál sería?

Bailar, [se ríe] definitivamente. Fui a clase de pequeña y un poco de mayor también. Es una forma de expresión muy bonita.

¿La última obra, libro, canción, peli que te gustó…?

El último disco que compramos, me gustó mucho y me parece interesante: Shook Twins, «What We Do».

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» Pude ver la importancia de la enseñanza artística en las personas»


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Entrevista por Sébastien Rouyet – Fotos por Yves Aguilar

El Afilador

Antonio ha trabajado en la importación de muebles, se ha formado como restaurador y le encanta la carpintería y el bricolaje. ¡Un manitas muy creativo! Cristina es actriz y le encanta reinventarse. Le gusta la decoración y también ha estudiado restauración. Disfruta tapizando y combina los colores como nadie. www.elafilador.org

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Hace ya más de un año que abristeis El Afilador en el barrio de Lavapiés, ¿elección o casualidad?

Cristina: Abrimos en marzo de 2014 y fue una decisión muy concienzuda. Nosotros somos de Sevilla pero Antonio lleva 15 años viviendo en Madrid y yo 3. Nos gusta Lavapiés, vivimos cerca, y nuestro negocio le venía al pelo. No puedes montar una tienda taller con precios tan asequibles en cualquier barrio pero es justo lo que Lavapiés necesitaba. Su ambiente nos llamó mucho la atención.

¿Tiene el barrio una influencia sobre vuestro trabajo?

Cristina: Claro que sí, estamos muy influidos por el barrio. Es todo color, tiene mucho carácter africano e hindú y, por supuesto, es muy castizo y madrileño. Nosotros nos dedicamos a renovar muebles antiguos sin

quitarles ese punto colorido y alegre. De hecho, nos inspira tanto el barrio que hemos creado una colección llamada «Pantones de Lavapiés» que son muebles inspirados en las fachadas de sus edificios. Cogimos los colores más emblemáticos del barrio para hacer muebles.

¿Con qué tipo de muebles trabajáis?

No tenemos proveedores fijos. Encontramos muebles en la calle, compramos en mercadillo, también hacemos trueque, y a veces incluso algunos vecinos nos han regalado muebles para que les demos una segunda vida…¡son tan buena gente!

Los muebles de los años 60-70, se venden muy bien. Tienen cierto grado de diseño, son muy elegantes, muy «chic». Trabajamos también con muebles más comunes… hay que saber ver el potencial de un mueble.

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«Hay que saber ver el potencial de un mueble»


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Los Artistas del Barrio da al público la oportunidad de conocer al artista. Desde vuestro punto de vista, ¿cuál es el interés para el artista de conocer a su público?

Cristina: Lo que más nos gustó de la última edición es que el público nos preguntaba sobre cómo hacíamos las cosas y se emocionaba. Me hacía ilusión demostrarles que ellos también lo podían hacer en casa.

Antonio: El 90% estaba más interesado por el taller que por la tienda, querían saber cómo lo hacíamos, no qué hacíamos. Era muy gratificante ver que se interesaban por el lado

más artístico. Preguntaban por la técnica, por el proceso completo, si dábamos cursos… Estuvo muy bien porque nos gusta que el taller se comunique con la calle.

Cuéntanos una anécdota sobre Los Artistas del Barrio.

Cristina: Vino una chica que hizo un montón de fotos porque quería montar un negocio parecido. Se quedó un buen rato y nos encantó. Nosotros tenemos siempre el cartel de «Pasa al taller». No tenemos ningún secreto del chef, compartimos conocimiento.

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«No tenemos ningún secreto del chef, compartimos conocimiento»


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7 preguntas al Afilador


Si pudierais exponer una de vuestras obras en un lugar público del barrio, ¿cuál sería?

Antonio: En la azotea de biblioteca de la UNED porque se ve la cúpula de la iglesia, los tejados y los colores de Lavapiés. Eso es totalmente El Afilador.

¿Qué obra de arte existente os hubiera gustado realizar?

Cristina: Un cuadro de Goya o de Francis Bacon porque me inquietan mucho, me generan tanta violencia, pasión y amor a la vez… Me hubiese gustado tener esa genialidad.

Antonio: Me gustaría haber sido El Bosco, tener esa visión de lo que no es y poder inventarlo de esa manera. El Bosco me vuelve loco.

¿Qué gran proyecto tenéis en el cajón y todavía no habéis sacado?

Antonio: La construcción de un mueble, no reconstruirlo. Usar material reciclado pero que sea totalmente del Afilador.

Cristina: Colaborar con artistas plásticos de otras disciplinas para hacer un mueble juntos.

Os ofrecemos un viaje al pasado. ¿Qué época os gustaría visitar?

Cristina: Como acabo de tener un bebé, me gustaría volver a los 60-70 para poder observar a mis padres y ver qué hacían ellos con un recién nacido.

Antonio: A mí me interesa mucho la época de la transición porque teníamos unas familias muy comprometidas. Es un período político que me fascina. Me gustaría ver a los españoles, que ahora parecemos muertos, cómo se movían, corrían delante de la policía, hacían imprentas en casa, se arriesgaban… Estamos viviendo en una época parecida pero no nos movemos.

Si tuvierais que dejar vuestra disciplina por otra, ¿cuál sería?

Cristina: La interpretación.

Antonio: El circo.

¿Cuál es la última película / el último libro / disco que os gustó?

Antonio: «De qué hablo cuando hablo de correr», de Murakami, porque yo corro también. Trata sobre un tío que tiene toda una filosofía para correr.

Cristina: Antony and the Johnsons en directo con una orquesta filarmónica. Fue el primer concierto al que fui sabiendo que estaba embarazada y ahora le pongo el disco a mi hijo para que se relaje.

¿En qué bar os podríamos encontrar por la noche?

Cristina y Antonio: Por las tardes más bien… [se ríen] En el Benteveo, en la calle Santa Isabel.

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«El Bosco me vuelve loco»


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Entrevista por Sébastien Rouyet – Fotos por Carlotta Escribano